Foto y redacción del periodista Willy Veleta
"España allanó el camino a la
marcha verde" Bachir Ahmed en el parque madrileño de El Retiro.
Intelectual saharaui.
24 DE AGOSTO DE 2016
Este año se cumplen 40 años de la
proclamación de la República Árabe Saharaui Democrática, es decir desde la
descolonización de España. Bachir Ahmed (Fuerteventura 1954) nos recibe en el
Parque del Retiro, antes de partir como todos los veranos hacia los campos de
refugiados saharauis en medio de la nada. En los años noventa Bachir fue
secretario de Relaciones Internacionales de la Unión General de Trabajadores
Saharauis, antes de ser delegado del Frente Polisario en Cataluña y Baleares.
Nos hemos sentado en un banco, en la
sombra, a hablar de cómo vivió él la descolonización, la Marcha Verde, el
exilio, etcétera. Mientras cientos de jóvenes pasan por delante buscando no sé
qué pokémons, Bachir no deja de mover sus manos y mirar al horizonte.
¿Dónde empezó todo?
Con mi padre. Él me decía que fue el primer
saharaui que salió de nuestra tierra hacia Canarias, a principios del siglo XX.
De provincia española a provincia española, aunque en el Sahara Occidental se
pasaban muchas necesidades. Pero la tierra tira mucho y vuelve. Regresa a Fuerteventura en 1942, ya casado y
con varios hijos. Entonces nací yo.
¿Cuándo pisa la tierra de sus antepasados
por primera vez?
En 1966. Mi padre nos embarca a todos en
una aventura que marcaría mi vida. Con 12 años me encontré con la realidad de
ser un ciudadano de segunda o tercera, colonizado. Por encima de nosotros: un
gobernador militar, varios militares de alta graduación, alféreces de
reemplazo, cabos chusqueros… Entonces empecé a tener ese sentimiento de
pertenencia saharaui, hasta entonces me sentía un canario más. De repente,
empiezas a ver gente sentada en el suelo conversando, gente vendiendo
camellos.
¿Se siente perdido?
En parte sí. Me matriculo en el Instituto
de Enseñanza Media del Aaiún y veo que la mayoría son hijos de militares
españoles. Los pobladores originales de la zona somos minoría, no entiendo
nada. Los españoles sacan mejores notas, ves cómo les regalan los
sobresalientes, te esfuerzas y no consigues nada. Los hijos del coronel tienen mejor nota que
los hijos del teniente y así…
¿Cuándo se enciende la cerilla de su
activismo?
Sabes que hay algo que está mal, pero no
estás preparado, no tienes a nadie que te dirija. Los militares españoles nos
daban clase en casa también, para que no se nos escapara ningún detalle
colonizador. Pero, caprichos del destino, estos militares eran los que
supuestamente venían por sorteo y realmente eran todos vascos, catalanes, gente
fichada. Para ellos era un destierro y para nosotros fue una bendición. Gracias
a estos militares empezamos a escuchar hablar de Marx, de Lenin, de la
literatura latinoamericana, de El Capital, de Eduardo Galeano, de García
Márquez, de Mao, del Che, de la revolución cubana y hasta de la guerra de
Vietnam. Eran gente politizada, consciente, muchos eran miembros del PCE en
España y eso nos dio la luz.
¿Si se llega a enterar Franco?
(Risas) Efectivamente, pero no sólo eso. La
Organización Juvenil Española (OJE) nos ayudó mucho. El Gobierno nos quería
meter en vena eso de ser españoles, nos agrupaban en campamentos, nos pagaban
un avión a Madrid, conocimos el Museo del Prado, hablamos con españoles
inquietos y eso hizo despertar aún más la conciencia saharaui. Estábamos a
finales de los sesenta, teníamos una conciencia rudimentaria pero ya sabíamos
quiénes éramos.
Hábleme del Movimiento Basiri.
El 17 de junio de 1970 España organizó una
manifestación para que los saharauis expresaran nuestra españolidad, para sacar
un documento en el que nos adheríamos a España, pero hubo una
contramanifestación organizada por el grupo de Basiri para hablar con las
autoridades españolas. Había una lista con demandas. Basiri era un hombre de
paz. Les decíamos: no somos una provincia, somos una colonia y tarde o temprano
seremos libres. No tenemos jóvenes preparados, necesitamos que los jóvenes
estudien, que haya reparto de la riqueza, carreteras, escuelas… Y la respuesta
del Gobierno de Madrid fue inmediata. ¿Cómo es posible que un pueblo colonizado
exija algo? El Ejército español disparó contra la manifestación pacífica. Fue
la ruptura entre los saharauis y España.
¿Qué pensó en ese momento?
Entonces no somos tan españoles, si no
podemos exigir nada ni de forma pacífica.
Ahí empezamos a tener conciencia de pueblo. Y claro, esto dio paso a la
aparición del Frente Polisario el 10 de mayo de 1973.
¿Su irrupción fue rápida, no?
Sí, el 20 de mayo ya atacan un puesto
militar español para reivindicar lo que habían pedido de forma pacífica.
¿Y usted dónde estaba políticamente
hablando?
Yo era un jovencito. Tenía 16 años. Me gustaba leer, escuchar música, pero del 70
al 73 hubo muchos cambios. Éramos españoles especiales, teníamos DNI pero algo
fallaba. Entro en el movimiento estudiantil del Polisario en el 74. El Frente
creaba grupos de estudiantes, de trabajadores, de mujeres. Nos reuníamos cada
semana. Y por fin salimos a la calle durante la misión visitadora de la ONU.
Momento clave, ¿no?
Fue crucial. Mientras en España los
partidos políticos estaban prohibidos, el Gobierno crea un partido para la
unidad nacional saharaui, el PUNS, para contrarrestar la lucha del Polisario.
Empieza la represión, las cárceles. El Gobierno se da cuenta de que el Polisario
es imparable y de que en breve va a llegar la misión de la ONU. Estamos en mayo
de 1975. España dice que va a hacer un referéndum de autodeterminación, cuando
lo que la comunidad internacional le pide es que descolonice el Sahara
Occidental. Marruecos al ver este paso de Madrid reivindica el Sahara como
parte de la monarquía marroquí.
Qué delirio…
Ya, nuestro territorio nunca había formado
parte de Marruecos. El Tribunal de La Haya decide estudiar la petición de
Marruecos. La misión visitadora de la ONU es esencial porque viene a ver si
existe una idea nacionalista saharaui, si es necesaria la autodeterminación.
Comienzan las manifestaciones del PUNS y del Polisario. Nos vamos todos a la
calle. El Frente nos decía que fuésemos tranquilos, como ciudadanos, pero que,
cuando llegase la misión, sacáramos las pancartas a favor de la
autodeterminación, desplegásemos nuestras banderas saharauis.
¿Fue el principio del fin?
La ONU visitó todo el territorio y no veían
más que banderas. Ahí España dijo “no tenemos nada que hacer”. Madrid empezó a
titubear, comenzaron los primeros encuentros con Rabat. El 16 de octubre del 76
el Tribunal de La Haya afirmó que teníamos derecho a ejercer la
autodeterminación, confirmaron que no había vínculo entre nuestro pueblo y
Marruecos o Mauritania. Entonces surge lo de la Marcha Verde. ¡Qué casualidad!
Ese mismo día Hassan II le dice a su pueblo que el Tribunal de La Haya les daba
el derecho a recuperar el Sahara, ese territorio robado por España. Miente a su
pueblo, pero ya sabemos cómo es el pueblo marroquí cuando habla su rey.
¿Y el Gobierno español?
Empieza una política extraña entre España y
Marruecos. Franco estaba hospitalizado, pero no es excusa. No hay que olvidar
que en 1958 España ya había entregado lo que ahora se llama el sur de Marruecos
hasta el paralelo 27-40, a cambio de nada. Así que yo tenía mis dudas de que España
en ese punto fuera a hacer nada por defendernos.
¿Cambió su percepción de las cosas?
Imagínate. Yo hablaba con soldados y
oficiales españoles que pensaban que iban a una guerra. “Nos los comemos en dos
días”, me decían. El Ejército español estaba mejor preparado, tenía mejores
aviones, mejores tanques. No hay que olvidar que la División Acorazada Brunete
estaba apostada en El Aaiún y que Canarias estaba ahí al lado por si acaso.
Marruecos no se hubiese salido con la suya. El trinomio fue perfecto: el
Tribunal de la Haya anuncia lo de la autodeterminación, Hassan II miente a su
pueblo y se lanza la Marcha Verde.
¿Entonces había un pacto hispano-marroquí?
Por supuesto. Marruecos quería “recuperar”
el Sahara de forma pacífica, con el Corán en la mano como muestra de paz.
Hassan les dice a sus soldados que si encuentran por el camino a soldados
españoles que les abracen, pero que si se topan con saharauis, abran fuego. Con
España estaba todo hablado, o atado y bien atado. Los documentos secretos de
esta etapa, septiembre, octubre y noviembre de 1975, no han salido a la luz
pero yo lo viví de cerca.
!Cuénteme¡
Una tarde el Gobierno español anuncia un
toque de queda para los saharauis. Madrid manda a todas las tropas con soldados
saharauis, la Agrupación de Tropas Nómadas y la Policía Territorial, que se
acuartelen con su armamento. Desarman a los saharauis. Estaba todo el camino
allanado para la Marcha Verde.
¿Le limpiaron el camino a los marroquíes?
Efectivamente. Y por si esto fuera poco
anuncian un toque de queda sólo para los saharauis. Para llevarlo a cabo mandan
a la Legión para que rodee los barrios saharauis con alambrada de espinos.
Estábamos prisioneros. El trabajo sucio lo había hecho ya el Ejército español.
Estaría en una nube.
Como buen beduino, sí. Yo iba con el DNI en la boca a todas partes,
no exagero. Cada 20 metros tenías a
soldados españoles cacheándote, preguntándote adónde ibas. Mientras tanto los españoles, en los bares,
hasta las doce de la noche. Fueron momentos muy duros, muy tristes.
Pero la versión de España fue otra…
Claro. España dijo que se vio forzada a
irse por la Marcha Verde, que no querían que murieran sus soldados !qué
pantomima¡
¿Lo vivió de primera mano?
Yo viví eso, no soy científico ni
historiador, pero sufrí esas semanas como ciudadano de tercera, día a día, en
mi propio territorio. La Marcha Verde fue una cortina de humo urdida entre
Madrid y Rabat para que España pudiese salir con dignidad de la zona.
Qué momento el de la Marcha Verde…
Unos 350.000 marroquíes, gente reclutada en
las cárceles y en los barrios marginales de las grandes ciudades. Les suben en
camiones, les dan de comer y no les dicen ni dónde van… pero van al
desierto. El rey les dijo que tenían que
ir y fueron. España manda su ejército a la frontera, la Marcha Verde viene del
norte, el Gobierno español avisa que el territorio está minado, que no se hace
responsable de muerte alguna. La marcha entró 12 kilómetros en territorio
español y no explotó nada. Hassan II ordenó a su pueblo que se volviera, se habían
cumplido los objetivos.
¿Qué le dieron a España a cambio?
Todo esto sucedió el 6 de noviembre en la
zona que va de Tarfaya hasta El Aaiún, en la costa. Desde el 31 de octubre
compañías del Ejército marroquí estaban entrando por el desierto y los españoles
les entregaban, sin oponer resistencia, los puestos militares. Yo hablaba con
militares españoles. Se sentían engañados por su gobierno. Vino Juan Carlos, intentó calmar los ánimos
porque tenía miedo a una guerra. Esa
guerra la habría ganado España, los soldados españoles tenían más experiencia
bélica, muchos habían luchado en la Guerra Civil. Si España hubiera entrado en
guerra, Juan Carlos no habría llegado a la jefatura del Estado y la Transición
se hubiera desarrollado de otra manera, y todo a costa del pueblo saharaui. No
hubo presiones de Marruecos, todo estaba bien firmado.
¿Y el famoso acuerdo tripartito de Madrid?
Es un papel que no dice nada, puro cuento.
Lo importante son los acuerdos secretos.
España consigue la explotación de los fosfatos y de la pesca.
Curiosamente, empieza a tener problemas con Marruecos 20 años después. En el
acuerdo secreto se estipulaba que Madrid podía explotar el caladero durante 20
años. !Qué casualidad¡ Un caladero que históricamente se llama canario-sahariano,
nunca ha sido marroquí. El de Rabat es
el que está de Tarfaya hacia el norte, el de Tarfaya a Cabo Blanco era nuestro,
siempre pescaron allí los saharauis y los canarios, en armonía.
Volvamos a la Marcha Verde…
Los mejores periodistas españoles del momento
estaban allí: Miguel de la Quadra Salcedo, Diego Carcedo… Miguel estuvo con el Polisario atacando
puestos españoles, imagínate, escondiéndose de sus compatriotas. La flor y nata
del periodismo internacional estaba allí informando sobre algo que no fue lo
que parecía. Nadie pensó ¿qué está
pasando realmente aquí? Todos salieron
beneficiados, menos nosotros. Los periodistas con una medalla más, España con
un zurrón bajo el brazo y Marruecos con el premio más importante.
¿Y las semanas posteriores a la Marcha?
Entre finales del 75 y principios del 76,
cuando era todavía territorio español oficialmente, se tortura y se asesina a
cientos de saharauis. España no hace nada. Bueno, sí… envía a todos sus
ciudadanos fuera, en la Operación Golondrina.
En el Sahara Occidental sólo quedan militares días antes de la Marcha
Verde, otro dato para tener en cuenta. Ahora están apareciendo las tumbas de
esos días de torturas, España no hizo nada, sólo abrir las puertas del Sahara a
Marruecos y olvidar a la gente con la que había convivido desde 1884.
¿Y usted qué hizo?
Reunirme con mis compañeros, sortear a las
tropas españolas y escapar al desierto subidos en un Land Rover. Lo hicimos
después de ver por TVE la proclamación de Juan Carlos como Rey de España, era
el 22 de noviembre. Los invasores entraban por el sur de Marruecos y el norte
de Mauritania, la única salida era el desierto. Un viaje a ninguna parte.
Pero había nacido en España.
Pero me llamo Bachir y mira el color de mi
piel. Aún hoy en día me para por la
calle la policía y me piden el NIE y yo les digo: soy español desde el año 54,
antes de que tus padres se conocieran. A veces cuando voy a buscar un papel a
alguna administración me dicen que vaya al consulado marroquí, el racismo está
latente. Hace 40 años me decían que era
español y ahora mira.
¿Y
en el desierto qué hizo?
Pues allí estábamos en los campos de Tinduf
dando clases a los niños. No teníamos
pizarra, ni tizas, ni libros… escribíamos en la arena. Dábamos clases todos los
días, los niños aprendían. España no dio
ni una beca, ni una ayuda… sólo Cuba.
Argelia nos echó una mano, Marruecos nos bombardeaba cada día.
¿Hasta cuándo estuvo allí dando clase?
Hasta el 78. Entonces el Polisario pide becas para que
sigamos estudiando. A mí me mandan a Argel a la espera de la mía. Yo estaba convencido de que hablando
castellano me mandarían a Cuba. Pero un
buen día me dicen: “Prepara todo que mañana te vas a la URSS”. Les dije que no
hablaba ni papa de ruso. Yo no paraba de pensar en Siberia, el frío, yo iba con
mi atuendo de verano.
¿Y cuando llegó a la URSS?
Nada más bajar del avión me prestaron un
abrigo (risas). Sales y no ves apenas el sol, ni la claridad del desierto, no
sabes cuándo es de noche o es de día. Yo era un beduino en la URSS. Allí me dicen que voy a estudiar
Economía. Si me lo dicen unos meses
antes hubiera pensado que era una broma pesada: estudiar ruso y economía
embutido en un abrigo.
¿Qué es lo que más le impactó?
Yo me levantaba y por la luz no podía
detectar qué hora del día era. Yo era un hombre del desierto. Entrabas al
comedor de la universidad y veías cantidades enormes de comida, yo no sabía si
era el desayuno o la cena, no lo podía saber ni por la luz de fuera, cielos
grises, falta de claridad, ni por el tipo de comida. Así estuve unos días, sin
saber si desayunar o cenar. Salías de casa a las ocho de la mañana y era de
noche, volvías a las dos de la tarde a casa y era de noche. Pero era un
militante y había que aguantar.
¿El Caribe hubiera estado mejor?
Eso pensaba yo. De las balas de Marruecos a
la nieve soviética. De octubre a abril no paraba de nevar. Seis años así, pero
me vino muy bien. De todo se aprende. Vi al Bolshoi por un rublo. Visité
Crimea, viví en Ucrania. Cogí el tren
por primera vez, trenes que atravesaban lugares interminables.
Y no había camellos…
No había… imagínate, un beduino en la URSS.
Antes de irnos quería contarte algo. ¿Te
acuerdas de los profesores que te conté antes? Un buen día de 1972
desaparecieron del mapa. Eran tres, muy cercanos, el alma máter del instituto
en El Aaiún. Eran cercanos, se podía hablar con ellos, te iban a buscar si no
ibas a clase, te preguntaban si estabas bien. Siempre me pregunté qué fue de
ellos. Pues bien, hace unos años me topé con ellos en Alicante, de pura
casualidad. Y nada más verles les pregunté por su espantada. Se sinceraron y me
dijeron: ‘Fue simple, el gobernador general nos dijo que después de las
manifestaciones se abría una nueva etapa, que teníamos que intentar que no
pasarais de cuarto de Bachillerato, intentar convenceros de que fuerais a la
PPO (la actual FP) y nosotros nos negamos’. El Gobierno español quería que
fuésemos sus electricistas, sus fontaneros y estos profesores hicieron las
maletas y volvieron a la península con un borrón en su historial, porque pensaban
que los saharauis también teníamos derecho a ir a la universidad.
Y fue…
Fui, en la URSS. Pero se me da fatal la
electricidad y la fontanería, eso sí. Un
beduino es un beduino.
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